lunes, 10 de octubre de 2011

Las verdades duelen

Que con el tiempo nos mostramos como somos. Sí, es demasiado fácil fingir. Sonrisas por doquier en un principio, realismo en tu cara durante más tiempo a medida que pasan los abrazos. Maldita confianza la nuestra.
Siempre te he dado todo, no pedía nada a cambio (aunque tú creyeras que sí). Y claro, si lo das todo, pues pasa que te quedas sin nada, lógico.
¿Sabes qué te pasa? Que tienes miedo, miedo de que alguien te demuestre que verdaderamente está por ti, que no quiere solo tus sonrisas y tus días soleados, también quiere que le atormentes con tus truenos y relámpagos.
Hoy he vuelto a robar una de esas miradas tuyas. Cuando no debería ser así.
Pensé que echaría de menos no tenerte a diario, aunque la diferencia tampoco sería muy grande a los últimos meses.
No te pienso. No porque no quiera, si no porque no debo. Por fin, de una manera u otra, puedo decir que me da igual que estés aquí. Indiferencia por donde quiera que pases, me da igual si estás a mi derecha o a mi izquierda, si me miras, si me guiñas un ojo, o los dos.
Siento haberte regalado tantas cosas, no te las voy a reprochar, pero tampoco vuelvas a esperar nada de mí.
No quiero volver a engañarme a mí misma. Como duele darse cuenta de la realidad...
A veces hay que despertar a tiempo. Porque puedes llegar tarde.


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